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14 diciembre, 2022
Se trata de un anhelo profesional desde hace mucho tiempo: el establecimiento e implementación de estándares de calidad específicos para el área salud por una entidad global, ecuánime y confiable. Como sabemos, las organizaciones sanitarias producen esencialmente un tipo de servicio especial que amerita consideraciones particulares. Un aspecto fundamental es el de brindar no solo calidad de atención, sino que debe estar centrada en la persona, lo cual implica la inclusión del paciente y de su familia y también de los trabajadores que brindan los servicios o elaboran los productos sanitarios.
Asimismo, considerar la seguridad del paciente resulta inescindible de la actividad en salud. No existe calidad de atención sin seguridad. Existen estándares internacionales que cumplir ampliamente validados y recomendados por la OMS y otros organismos internacionales.
La visión de la Acción Mundial para la Seguridad del Paciente del Plan Global 2021-2030 de la OMS tiene como propósito avanzar hacia la eliminación de los daños evitables en el cuidado de la salud. Su propósito general es reducir el daño evitable y eliminar sistemáticamente los riesgos de daño en el cuidado de la salud. En esta línea, dentro de sus objetivos estratégicos, se encuentra el de construir sistemas de salud altamente confiables y organizaciones sanitarias que protejan cotidianamente a los pacientes del daño. El abordaje abarca involucrarlos y capacitarlos, tanto a ellos como a sus familias, para ayudar y apoyar el viaje hacia una atención médica más segura. En síntesis, se busca garantizar un flujo constante de información y conocimiento para mitigar el riesgo, reducir los niveles de daño evitable y mejorar la seguridad de la atención.
Sumado a ello, venimos de atravesar un período crítico para la humanidad y para los sistemas de salud en general. Para los trabajadores de la salud en particular, se modificó la lógica habitual y se puso a prueba la capacidad de respuesta del sector. Se respondió mayoritariamente con sumo compromiso, confeccionando o modificando rápidamente protocolos y adecuando los flujos hospitalarios en consonancia con la adecuación del resto de la logística de adquisición de insumos y equipamiento en tiempos récords y salvando innumerables dificultades de acceso universal (tanto económicos, como de falta de recursos, limitaciones o asimetrías distributivas de toda índole.) En nuestro país, el personal de salud se puso “al hombro” la gestión de la crisis en todas sus aristas y no escatimó esfuerzos para cubrir todas las posiciones, a pesar de que muchos enfermaron y algunos fallecieron. También se enfrentaron con la escasez de insumos inicial en el aprovisionamiento de elementos indispensables del EPP (equipo de protección personal) sumada a las dificultades de abastecimiento de otros insumos/equipamiento que luego se fue completando. Se activó la revisión de la propia tarea, incluidos los comités de ética para eventualidades de toma de decisiones durante las 24 horas en escenarios de escasez de recursos, sumamente estresantes. También se aprendió a acompañar al buen morir que inicialmente estaba vedado para las familias, como sucedió en otras partes del mundo y la incapacidad de decir adiós a los seres queridos que estaba solo mediado por la mano y la caricia del trabajador de la salud que facilitaba el propio celular o la tableta para el último adiós. Se suma a ello el costo emocional agregado de la propia vulnerabilidad y, en ocasiones, la exigencia de entrenamiento rápido y abreviado relacionados con su tarea asistencial específica. En este contexto desconocido hasta ahora y con la representación de una amenaza epidemiológica inminente, algunos debieron separarse por períodos prolongados de sus familias directas y sus más preciados afectos por temor al contagio de los convivientes de mayor riesgo (niños pequeños o adultos mayores o seres queridos con comorbilidades o inmunocompromiso). Lamentablemente, también debieron enfrentar situaciones de discriminación en sus lugares de residencia por estar expuestos al contagio y ser rechazados y hasta físicamente agredidos por sus propios vecinos que los “invitaban a mudarse del edificio” o del barrio. Muchas veces los aplausos que sucedieron en las primeras épocas resultaban insuficientes para morigerar las innumerables contingencias.
Durante la discusión de estos estándares que sucedió durante la pandemia, surgieron todas estas problemáticas, permitiendo visibilizar la incertidumbre extrema en la que nos desempeñamos los trabajadores de la salud. Nos permitió generar un intercambio rico de opiniones, con análisis pormenorizados enmarcados en las diferentes realidades, así como llevar las voces de nuestro país exponiendo los modos de afrontar nuestras dificultades, que permitieron la resolución de los desafíos que se presentaban en forma eficaz y eficiente. En aspectos técnicos, comprobé que estamos a la altura de países del mundo desarrollado y entiendo que resultó provechoso para el conjunto la búsqueda de consenso global con el aporte representativo de los distintos modelos de gestión.
Participar en este organismo internacional tan prestigioso nos permite contextualizar nuestra situación y llevar la voz con la problemática de nuestro entorno con el conocimiento acabado y minucioso de las condiciones coexistentes en los diferentes ámbitos según niveles de complejidad y tipo de institución. Resulta muy valiosa la incorporación de las miradas desde nuestra comunidad y enlaza los diferentes modos de resolución de desafíos y/o tensiones relacionadas con la tarea cotidiana y los eventos inesperados. Indudablemente en todo ello interviene la cultura organizacional que aporta estrategias y enriquece el debate. Se trata de un aprendizaje mutuo e integrador que honra la aceptación de las diversidades. La propuesta en todo momento fue integrarnos a este debate con nuestras similitudes y diferencias, pero siempre respetando holísticamente los valores de la calidad y la seguridad de las personas.
La perspectiva de género resulta insoslayable y es una deuda poligénica de la comunidad mundial practicante del sistema patriarcal aún vigente en todos los ámbitos. Paulatinamente, gracias a las precursoras en este tema, se progresa en cerrar la brecha de la desigualdad de oportunidades y retribución salarial por motivos de género. El techo de cristal suele estar presente y resulta una inequidad inaceptable a esta altura de la civilización, más frecuentemente vinculado a las posiciones de conducción jerárquicas y los aspectos salariales, sobre todo en el ámbito privado. Asimismo, resulta imperativo fomentar políticas organizacionales de mejora de las relaciones laborales y proponer las intervenciones que resulten necesarias para el abordaje de la violencia laboral por motivos de género, definitivamente inaceptable. Se recomienda la escucha activa de las mujeres que lo requieran para brindarles contención, acompañamiento y orientación en estas situaciones en el propio ambiente de trabajo, teniendo como objetivo desarrollarse por fin en una sociedad de oportunidades, inclusiva y diversa.
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